domingo, 26 de febrero de 2012

Bocadillo especial


Hoy os vamos a proponer hacer la cena con los niños, o mejor que la preparen ellos.

Si tienes más de un hijo pídeles que cada uno prepare una carita diferente. Seguro que se divierten... eso sí, quedan tan reales que a lo mejor son reticentes a darles el primer mordisco...

Ingredientes:
- Pan especial para hamburguesa o cualquier pan de bocadillo redondo.
- Jamón de York y queso.
- Queso de untar.
- Tomate "cherry".
- Calabacín.
- Aceitunas.
- Mayonesa, ketchup o mostaza.

Preparación:
Unta las dos mitades del pan con lo que tu hijo prefiera, mayonesa, ketchup, mostaza o queso de untar. Introduce un par de lonchas de jamón York, y una de ellas dóblala para que tenga la forma de una lengua. Déjala ligeramente fuera del pan...
Le toca el turno a los ojos. Los vamos a hacer con calabacín, aunque también quedarían bien con un par de rodajitas de huevo cocido. Para pegarlos utilizaremos queso de untar. Para que quede más realista le añadimos dos trocitos de aceituna. Si quieres que quede más gracioso, ponedle cada ojo mirando a un sitio...
También le añadiremos los dientes con dos cuadraditos de queso.
La nariz puede ser medio tomate "cherry". Recordad que se quedan muy bien pegados con el queso de untar.
Ya casi lo tenemos... Ahora vamos a darle un toque  más loco añadiéndole el pelo, que podéis hacerlo con tiras de zanahoria o de pimiento. Clávalas en el pan y...¡ya tenéis un bocadillo de lo más simpático y saludable!

lunes, 20 de febrero de 2012

MANUALIDADES

Divertidos monstruos hechos con calcetines

Siempre me he preguntado: ¿Dónde van los calcetines que desaparecen?
Este misterio nos deja con un montón de calcetines que no sabemos qué hacer con ellos.
Aquí te proponemos unas ideas que nos hemos encontrado en internet.

Lo único que necesitamos son unos calcetines, aguja, tijeras, lana y botones





   JIRAFA
 



Y muchas más


domingo, 19 de febrero de 2012

Inteligencia Emocional


La inteligencia emocional es un conjunto de destrezas, actitudes, habilidades y competencias que determinan la conducta de un individuo, sus reacciones, estados mentales, etc., y que puede definirse como la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los de los demás, de motivarnos y de manejar adecuadamente las relaciones.

 Esta inteligencia comprende tres componentes:

· Conciencia en uno mismo: es la capacidad de reconocer y entender en uno mismo las propias fortalezas, debilidades, estados de ánimo, emociones e impulsos, así como el efecto que éstos tienen sobre los demás y sobre el trabajo.

· Autorregulación o control de sí mismo: es la habilidad de controlar nuestras propias emociones e impulsos para adecuarlos a un objetivo, de responsabilizarse de los propios actos, de pensar antes de actuar y de evitar los juicios prematuros.

· Automotivación: es la habilidad de estar en un estado de continua búsqueda y persistencia en la consecución de los objetivos, haciendo frente a los problemas y encontrando soluciones.


La Inteligencia Interpersonal cuyas competencias tienen que ver con el manejo social efectivo, la capacidad de relacionarse con quienes nos rodean y de crear una red de relaciones interpersonales sanas. Comprende los siguientes componentes:

· Empatía: es la habilidad para entender las necesidades, sentimientos y problemas de los demás, poniéndose en su lugar, y responder correctamente a sus reacciones emocionales.

· Destreza social: es el talento en el manejo de las relaciones con los demás, en saber persuadir e influenciar a los demás.

  

Estas cinco competencias son muy útiles para cuatro áreas fundamentales de nuestra vida:

1. Propenden a nuestro bienestar psicológico, base para el desarrollo armónico y equilibrado de nuestra personalidad.

2. Contribuyen a nuestra buena salud física, moderando o eliminando patrones y/o hábitos psicosomáticos dañinos o destructivos, y previniendo enfermedades producidas por desequilibrios emocionales permanentes (angustia, miedo, ansiedad, ira, irritabilidad, etc.).

3. Favorecen nuestro entusiasmo y motivación. Gran parte de nuestra motivación en distintas áreas de la vida está basada en estímulos emocionales.

4. Permiten un mejor desarrollo de nuestras relaciones con las personas, en el área familiar-afectiva, social y laboral-profesional.


Conviene señalar que estas competencias no son cualidades innatas, sino habilidades aprendidas, cada una de las cuales aporta una herramienta básica para potenciar la eficacia. La carencia de las aptitudes anteriores se denomina actualmente analfabetismo emocional.


Todos los investigadores coinciden en las características de los niños emocionalmente inteligentes, que, a modo de resumen, son las siguientes:

· Poseen un buen nivel de autoestima

· Aprenden más y mejor

· Presentan menos problemas de conducta

· Se sienten bien consigo mismos

· Son personas positivas y optimistas

· Tienen la capacidad de entender los sentimientos de los demás

· Resisten mejor la presión de sus compañeros

· Superan sin dificultad las frustraciones

· Resuelven bien los conflictos

· Son más felices, saludables y tienen más éxito

lunes, 13 de febrero de 2012

¿Tareas domésticas?



Nuestros hijos colaboran en casa


Un niño que recoge su habitación y colabora en las tareas domésticas, que ayuda a sus amigos cuando lo necesitan, que comparte las cosas con los demás... no, no estamos hablando del hijo perfecto, sino de un niño al que se le ha transmitido la importancia de ayudar a los demás. ¿Fácil? ¡En absoluto! Pero si empezamos desde bien pequeños podemos obtener unos resultados más que satisfactorios.
Así es como podemos empezar a transmitir a nuestros hijos la importancia de ayudar a los demás, relacionando su colaboración con las tareas de la vida cotidiana. Debemos permitir que nos ayuden en casa, reconocer sus esfuerzos por hacer las cosas (aunque luego tengamos que rehacerlas) y adjudicarles pequeños trabajos que sean de su responsabilidad.
Si desde bien pequeño conseguimos que nuestro hijo colabore en las tareas domésticas, crecerá con la idea de que colaborar forma parte de las rutinas habituales y, más adelante, las asumirá como naturales y las aplicará (después de todo un proceso educativo por nuestra parte) a otros ámbitos de su vida.
Algunos padres no permiten que sus hijos les ayuden a poner la mesa porque tienen miedo de que rompan un plato, se les caiga algo o coloquen todo en el lugar equivocado. Error. Si le ponemos trabas, nuestro hijo perderá confianza en sí mismo y no sentirá ningún interés por los trabajos en casa. ¿Quién no ha oído a padres (y, sobre todo, madres) lamentándose de lo poco que ayuda su hijo en casa? Cuando el niño crezca, de poco servirá que nos quejemos. Somos nosotros quienes, desde el principio, tenemos la responsabilidad de transmitir a nuestros hijos la importancia de colaborar, tanto dentro como fuera de casa.

En clave de juego

Ante todo, debemos tener en cuenta que si queremos que nuestro hijo se comporte como a nosotros nos gusta, necesita sentir seguridad en sí mismo. Es imprescindible que se sienta querido y que mantenga lazos estables con las personas que le rodean. Este "colchón", formado por los padres, la familia o las personas que conviven con él, proporciona al niño la tranquilidad necesaria para desarrollar su educación ética. Por eso se dice que la educación de valores empieza a partir de nuestro nacimiento.
En la etapa infantil, lo mejor es que nuestro hijo se implique cuanto antes en las tareas domésticas. Aunque para nosotros, en ocasiones, parte de este trabajo resulta una carga que realizamos casi por obligación, para los niños pequeños puede resultar algo bien distinto. Lo entienden en clave de juego. Todos los trabajos que hacen papá y mamá parecen divertidos, y eso tenemos que aprovecharlo antes de que empiecen a distinguir claramente entre juego y trabajo. Podemos empezar adjudicando pequeñas tareas, siempre adecuadas a su edad. Se trata de implicar al niño poco a poco, sin atender al resultado y sí al proceso: por ejemplo, si nuestro hijo tiene cuatro años, debemos mostrarnos muy satisfechos si por la mañana recoge su pijama, en vez de dejarlo tirado en el suelo, y 'cubre' su cama aunque la sabana asome por debajo de una colcha retorcida…

Pequeñas tareas para cada edad
A los niños que empiezan a caminar, les encanta recoger objetos. Cuando acabe de jugar con sus juguetes, coloca una caja, un baúl o una bolsa cerca del niño y anímalo a guardar todos los trastos en el interior del recipiente. Cuando acabe, felicítalo por lo bien que lo ha hecho. De esta manera se acostumbrará a hacerlo sin darse cuenta, ya que para él recoger formará parte de la actividad lúdica que haya llevado a cabo.
Con dos años ya querrá colaborar en tareas domésticas. Quiere ser como papá y mamá y hacer lo mismo que ellos. Empieza la fase de imitación. Al principio podemos permitir que ayude en aquello que le gusta. No veas estas colaboraciones (tal vez un tanto desastrosas) como un problema. Él disfrutará mucho y se sentirá muy útil ayudándote. Déjale, por ejemplo, el trapo del polvo o la bayeta para que limpie.
Alrededor de los tres años ya puede llevar y traer su vaso y sus cubiertos de la mesa. Y a los cuatro ya es capaz de ponerla sin ayuda. A esta edad, el niño ya está escolarizado y, por tanto, cambiará su percepción de la realidad. Ayudar dejará de ser un juego para convertirse en un trabajo. Durante unos años es probable que el niño se muestre rebelde ante nuestros intentos de que asuma una tarea doméstica. Hay que tener paciencia. Seguramente también entrarán en escena otros elementos, como un hermano pequeño ("¿por qué tengo que poner la mesa si él no hace nada?") y el ansia de independencia, que lo llevará a rechazar cualquier propuesta paterna o materna relacionada con el trabajo y la colaboración. De todas maneras, es conveniente que le adjudiquemos una pequeña tarea, simple y concreta, que deba cumplir sin ayuda de manera más o menos habitual. Un trabajo que, si él no hace, nadie hará por él. Aunque al principio se niegue a llevarlo a cabo, piensa que si desde pequeño le hemos inculcado la idea de ayudar a los demás, y si persistimos en ello, acabará responsabilizándose de lo que le hemos encargado.

Cambios en la escuela

El contacto con otros niños en la escuela comporta un gran cambio. El niño de tres, cuatro y cinco años es egoísta, está pasando por la etapa egocéntrica. La relación con sus compañeros de clase ayudará a modificar esta conducta pasajera. A estas edades, nada ni nadie hace cambiar de opinión a nuestro hijo. Él siempre tiene razón y no hay más que hablar. En el colegio se ve obligado a conocer otras opiniones, se dará cuenta de que no todos los niños piensan lo mismo que él y de que muchas veces tiene que dialogar y llegar a un acuerdo para seguir jugando o no discutir. Es decir, no tiene más remedio que aprender a convivir y a aceptar puntos de vista diferentes. También en la escuela aprende normas sociales fuera de la familia y tiene que trabajar en equipo, algo que será muy importante y que nosotros podemos potenciar en casa.

¿Qué más podemos hacer en casa?

Lo más importante es que nos convirtamos en modelos de conducta para nuestro hijo. Tenemos que dar ejemplo. No podemos exigir al niño que se porte bien con los demás, que ayude y colabore, cuando nosotros eludimos este tipo de responsabilidades. Es fundamental que nuestro hijo viva en un ambiente familiar que fomente la cooperación, debe  tener unos modelos estables que compartan pertenencias y trabajos, tiempo libre y conversaciones. Si ve que ayudamos a los vecinos o a otros miembros de la familia, y que a su vez ellos responden de la misma manera tendrá una percepción muy positiva de la colaboración entre las personas.
De esta manera, igual que nosotros nos prestamos a hacer un favor o a ayudar a otras personas, debemos potenciar que nuestro hijo comparta sus juguetes con otros niños o que, cuando sea más mayor, ayude a algún amigo que tenga problemas con una asignatura. Debemos explicarle que es conveniente que actúe acorde con estos principios, ya que él también necesitará ayuda en otro momento, y entonces le gustará que alguien le eche una mano.
Cuanto más pequeño es nuestro hijo, más estímulo necesita. Si desde el principio aprende a colaborar y a asumir responsabilidades, entenderá mucho más rápido el significado de la cooperación. Entenderá por qué es importante hacerse la cama o ayudar en casa. Entenderá que ayudar a los demás es una cuestión de convivencia, de respeto a uno mismo y a los demás.


viernes, 10 de febrero de 2012

Galletas con Lacasitos


Las galletas que os proponemos preparar con los niños pueden ser una gran alternativa para la merienda, para el desayuno, postre, para el tentempié en el patio de colegio, e incluso para una fiesta de cumpleaños. Si tu hijo todavía no la ha probado, seguro que le encantará. Además, podéis divertiros un montón, poniendo los lacasitos y m&m en cada una de las galletas. ¡Allá vamos!

Ingredientes:
- 2 tazas de harina de trigo
- 1 huevo
- 60 gr de mantequilla
- ½ taza de azúcar moreno
- ½ taza de azúcar blanco
- 1 cucharadita de sal
- ½ sobre de levadura
- 1 cucharada de esencia de vainilla
- 1 taza de lacasitos o M&M
- Nueces o avellanas picadas (opcional)

Preparación:
1- En un bol, batir los dos azúcares con la mantequilla. Si podéis utilizar una batidora, mejor. La mezcla debe quedar perfectamente integrada y con una consistencia esponjosa. Añadir el huevo y volver a batir.
2- Cuando esté todo muy bien mezclado, añadir la harina, la sal, la levadura, la esencia de vainilla y, con la ayuda de una cuchara da madera, mezclar todo hasta que la mezcla se quede uniforme.
3- Cuando la mezcla se quede al punto de poder cogerla con las manos, dar forma a las galletas. Primero se hace una bolita y luego la aplastas.
4- Disponer las galletas por una fuente untada con mantequilla y harina (para evitar que se peguen), e ir incrustando los m&m de distintos colores en cada una de las galletas. Las galletas deben estar distanciadas ya que crecerán durante la cocción.
5- Llevar las galletas al horno, precalentado a 180ºC, por unos 15 minutos, aproximadamente. Cuando noten que sus bordes estén tostados, retirarlas del horno y dejarlas enfriar. Aquí tenemos nuestras galletas m&m, muy crujientes, atrayentes, y llenas de colores.

jueves, 9 de febrero de 2012

Motivación a la lectura


La lectura es un proceso gradual en el que intervienen numerosos factores fisiológicos, sicológicos, emocionales…

La estimulación que prepare su desembarco feliz en la lectura debe empezar muy pronto. Y lo mejor –y lo peor– es que depende en gran parte de los padres. El colegio, en este aspecto como en tantos otros, será un eficaz colaborador, pero carece del poder estimulante de los padres e, incluso, de los abuelos y hermanos mayores.
Tiene 3, 4, 5 años... No sabe leer, pero le gustan los cuentos. El libro es todavía un juguete mágico que le proporciona momentos deliciosos con los adultos. Leedle ahora a vuestro hijo o hija cuentos “interminables”, llenos de ternura; historias de animales, cómicas o tristes, con un final feliz; “horribles” aventuras de ogros y princesas que pongan en marcha su imaginación y despierten sus deseos de descubrir el mundo de la lectura. Vuestra voz transmitirá a vuestro hijo mucho más que una historia: el cuento se convierte en una inigualable corriente de afecto y fascinación.
                            Lectura para los pequeños

Afortunadamente, los niños y niñas acceden cada vez antes al mundo de las publicaciones. Libros y revistas les proporcionan información, los ayudan a desarrollar su fantasía y su inteligencia y a comunicarse con los demás.

La oferta es abundante, pero la selección debe ser cuidada. Existen libros con diferentes niveles de dificultad que se adaptan a las diversas etapas de madurez del niño: con grandes dibujos simples, de colores básicos y sin texto; con imágenes más complicadas, acompañadas de palabras o frases sencillas; con narraciones de cierta complejidad...

También existen libros pensados para estimular los distintos órganos de los sentidos: con páginas de diferentes texturas para tocar y sentir; con sonidos, olores, relieves, troquelados y pegatinas; de tela, cartón o plástico... Todos tienen algo en común: su valor lúdico, estimulante y su gran fuerza motivadora.

Además de libros, sirve cualquier material que facilite el contacto con la lectura, como juegos para empezar a conocer las letras; piezas para encajar y dominós que estimulan su observación; puzzles de grandes piezas que favorecen su capacidad discriminatoria o CD diseñados para los más pequeños.

¿Eres un buen “cuentacuentos”?
Trucos para aficionar a los niños a la lectura

  • Mantener una cita regular con el niño o niña y la lectura. El mejor momento, por la noche, antes de que se duerma.
  • No cortar la narración. Los niños necesitan conocer el comienzo, el desarrollo y el fin de la historia para comprender la estructura.
  • No recordar al niño que tendrá que aprender a leer para estudiar.
  • No desmenuzar la historia con excesivas explicaciones o preguntas sobre el texto. La magia se esfuma.
  • Potenciar la conversación que provoca la historia es de sumo interés para el niño.
  • Transmitir entusiasmo al leer: un cuento leído con cierta teatralidad acapara la atención del niño: cambios de voz, gestos...
  • Dejar a los niños que manipulen los cuentos, los hojeen, investiguen, miren las ilustraciones, nos comenten lo que ven...
  • Las rimas, adivinanzas y trabalenguas tienen mucha musicalidad y los divierten.
  • La selección de los libros es importantísima: ilustraciones, temas, papel.... Pero sobre todo que sean adecuados a la edad.
  • No olvidar que, a cualquier edad, la lectura es un placer compartido.
             10      Razones para leerles un cuento

  1. Los cuentos ayudan al niño a resolver sus conflictos afectivos y descargar sus angustias. Cada final feliz le da consuelo, esperanza y confianza.
  2. Los cuentos aportan experiencias variadas que aumentan su conocimiento de la realidad y van enriqueciendo su forma de pensar y conformando sus conductas.
  3. Los cuentos de hadas ahuyentan pesadillas y temores nocturnos. El niño adquiere seguridad en sí mismo cuando comprueba que el protagonista ha sido capaz de vencer al lobo o a la bruja.
  4. “Había una vez...”. Los cuentos tradicionales tienen una gran fuerza evocadora. Tienen el poder de introducir al niño en un mundo diferente.
  5. Los padres que cuentan cuentos a sus hijos afianzan los lazos afectivos con ellos: el niño es consciente de que sus padres están ahí para dialogar, compartir sus fantasías, aclararle sus dudas... para estar con él.
  6. El cuento estimula el lenguaje del niño y lo pone en contacto con la lengua literaria, más cuidada que el lenguaje cotidiano. El cuento aumenta su capacidad de comprensión y expresión.
  7. Los libros con imágenes, viñetas o pictogramas provocan en el niño el deseo de comenzar a leer.
  8. La narración de los cuentos fomenta su actitud de escucha y su memoria.
  9. Los cuentos populares que tratan temas y costumbres de nuestra sociedad ayudan al niño a conocer las tradiciones ancestrales.
  10. Al hilo de nuestras narraciones, el niño puede inventar sus propias versiones, según su fantasía. De esta forma, también fomentamos su creatividad.