La inteligencia emocional es un conjunto de
destrezas, actitudes, habilidades y competencias que
determinan la conducta de un individuo, sus reacciones, estados mentales, etc.,
y que puede definirse como la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los de los
demás, de motivarnos y de manejar adecuadamente las relaciones.
· Conciencia en uno
mismo: es
la capacidad de reconocer y entender en uno mismo las propias fortalezas,
debilidades, estados de ánimo, emociones e impulsos, así como el efecto que éstos tienen
sobre los demás y sobre el trabajo.
· Autorregulación o
control de sí mismo: es
la habilidad de controlar nuestras propias emociones e impulsos
para adecuarlos a un objetivo, de responsabilizarse de los propios actos, de pensar antes de
actuar y de evitar los juicios prematuros.
· Automotivación: es la habilidad de
estar en un estado de continua búsqueda y persistencia en la consecución de los
objetivos, haciendo frente a los problemas y encontrando soluciones.
· Empatía: es la habilidad para
entender las necesidades, sentimientos y problemas de los demás, poniéndose en
su lugar, y responder correctamente a sus reacciones emocionales.
· Destreza social: es el talento en el
manejo de las relaciones con los demás, en saber persuadir e influenciar a los
demás.
Estas
cinco competencias son muy útiles para cuatro áreas fundamentales de nuestra
vida:
1.
Propenden a nuestro bienestar psicológico, base para el desarrollo
armónico y equilibrado
de nuestra personalidad.
2.
Contribuyen a nuestra buena salud física, moderando o eliminando
patrones y/o hábitos psicosomáticos
dañinos o destructivos, y previniendo enfermedades producidas por desequilibrios
emocionales permanentes (angustia, miedo, ansiedad, ira, irritabilidad, etc.).
3.
Favorecen nuestro entusiasmo y motivación. Gran
parte de nuestra motivación en distintas
áreas de la vida está basada en estímulos emocionales.
4.
Permiten un mejor desarrollo de nuestras relaciones con las personas, en
el área familiar-afectiva,
social y laboral-profesional.
Conviene señalar que
estas competencias no son cualidades innatas, sino habilidades aprendidas, cada una
de las cuales aporta una herramienta básica para potenciar la eficacia. La
carencia de las aptitudes anteriores se denomina actualmente analfabetismo
emocional.
Todos los
investigadores coinciden en las características de los niños emocionalmente inteligentes, que, a
modo de resumen, son las siguientes:
· Poseen un buen nivel
de autoestima
· Aprenden más y mejor
· Presentan menos
problemas de conducta
· Se sienten bien
consigo mismos
· Son personas
positivas y optimistas
· Tienen la capacidad
de entender los sentimientos de los demás
· Resisten mejor la
presión de sus compañeros
· Superan sin
dificultad las frustraciones
· Resuelven bien los
conflictos
· Son más felices,
saludables y tienen más éxito