La conducta de nuestros hijos suele tener relación con
los modelos aprendidos y con la manifestación de estados de ánimo y de
equilibrio personal. A veces, nuestros hijos presentan conductas ilógicas,
tercas o que están fuera de lugar sin que podamos encontrar una explicación
razonable ni consigamos erradicarlas. Con frecuencia los castigos o reprimendas
no logran mejorar la situación. Por difícil que parezca hay maneras de
modificar la conducta.
En no pocas ocasiones nuestros hijos
desarrollan modos de comportamiento no adecuados, molestos, insolentes o
retadores sin que tengamos conciencia clara de su causa o que, aun
sospechándola, no sabemos poner remedio. Son conductas como lloros insistentes,
enfados estrepitosos, hacer tonterías constantemente, estropear algunas cosas
intencionadamente, etc. Y después de instauradas estas pautas de conducta,
parecen irreversibles, como si formaran parte de la personalidad de nuestro
hijo, tanto más cuanto más mayores son.
En cambio, sabemos por experiencia que esas maneras no deseables pueden cambiar, y de hecho cambian en función de las personas que le rodean en cada momento y de su manera de actuar. No es extraño ver cómo un niño que se comporta de un modo impertinente en presencia de su madre, actúa de modo adecuado en el colegio; que los malos modales que presenta en casa, se convirtieron en modales adecuados cuando estuvo un fin de semana en casa de una amig@.
Tengamos presente que todas estas conductas no deseables son el resultado de una estrategia, consciente o inconsciente, para lograr algo que ansía. Por lo tanto, cuando no están las personas que pueden conceder lo deseado, desaparece la conducta. Del mismo modo, en la medida en que las personas hacia las que dirige su conducta modifiquen su manera de actuar, cambiará su comportamiento.
Con frecuencia, lo ansiado por los hijos que presentan este tipo de conductas no es obtener alguna cosa material, sino lograr la atención, la aprobación y el afecto de las personas más significativas. No es que tengan unos padres que no les quieren o que les rechazan, sino que necesitan que el afecto y la aprobación se les manifieste de una manera más clara y más evidente. Lo que quiere es llamar la atención, se dice. En este caso parecería lógico que, si le prestamos la atención que reclama solucionemos el problema. En cambio esta conclusión es absolutamente falsa. Al hacerlo así, lo que le estamos enseñando es que obtendrá nuestro aprecio y atención presentando una conducta indeseable.
El camino para resolver de manera eficaz el problema de modificar esa conducta de nuestro hijo que, a todas luces, le perjudica y trastorna nuestras relaciones con él, pasa por las siguientes actuaciones:
En cambio, sabemos por experiencia que esas maneras no deseables pueden cambiar, y de hecho cambian en función de las personas que le rodean en cada momento y de su manera de actuar. No es extraño ver cómo un niño que se comporta de un modo impertinente en presencia de su madre, actúa de modo adecuado en el colegio; que los malos modales que presenta en casa, se convirtieron en modales adecuados cuando estuvo un fin de semana en casa de una amig@.
Tengamos presente que todas estas conductas no deseables son el resultado de una estrategia, consciente o inconsciente, para lograr algo que ansía. Por lo tanto, cuando no están las personas que pueden conceder lo deseado, desaparece la conducta. Del mismo modo, en la medida en que las personas hacia las que dirige su conducta modifiquen su manera de actuar, cambiará su comportamiento.
Con frecuencia, lo ansiado por los hijos que presentan este tipo de conductas no es obtener alguna cosa material, sino lograr la atención, la aprobación y el afecto de las personas más significativas. No es que tengan unos padres que no les quieren o que les rechazan, sino que necesitan que el afecto y la aprobación se les manifieste de una manera más clara y más evidente. Lo que quiere es llamar la atención, se dice. En este caso parecería lógico que, si le prestamos la atención que reclama solucionemos el problema. En cambio esta conclusión es absolutamente falsa. Al hacerlo así, lo que le estamos enseñando es que obtendrá nuestro aprecio y atención presentando una conducta indeseable.
El camino para resolver de manera eficaz el problema de modificar esa conducta de nuestro hijo que, a todas luces, le perjudica y trastorna nuestras relaciones con él, pasa por las siguientes actuaciones:
- Acciones relacionadas con la conducta.
- No prestes atención a la conducta indeseable, no le riñas, no hagas comentarios. Sólo en algunos casos, hazle
notar lo inapropiado de la conducta de manera escueta, sin perder la
calma y con un tono de voz no estridente.
- En cambio presta atención a otras conductas deseables y
muéstrale aprecio y consideración.
- Si la conducta es peligrosa, pon fin a ella lo antes posible. Si puede hacer daño a otros, por ejemplo, será necesario separarlo
y apartarlo; si el problema es que se retrasa de manera exagerada, no le
permitas salir en adelante.
- No cedas nunca a sus requerimientos o imposiciones a
pesar de su insistencia, pero dale a entender que comprendes el
sufrimiento que le produce su negativa.
- No le riñas o grites en el
momento en el que se está produciendo la conducta indeseable. Actuar de
esa manera, será tanto como claudicar ante su presión. Además, al ponerlo
en evidencia o tratarlo con gritos, aumenta su irritación y su capacidad
de juicio se enturbia más, con lo que sólo conseguiremos empeorar la
situación. Si la situación lo permite, distrae su atención hacia otro
asunto, cambia de tema o aléjate de él.
- Organiza, con la colaboración de tu hijo, un registro de conductas
positivas y propón una recompensa para cuando consiga
alcanzar una cierta cantidad. (En una hoja de papel más o menos
elaborada, puede ir acumulando pegatinas, puntos, pintar cuadros, etc.)
- Acciones relacionadas con la comprensión de la
conducta
- Ayúdale a reflexionar sobre lo
inconveniente de su comportamiento en otro momento, cuando tu hijo esté
tranquilo y con el juicio claro. Buscad entre los dos maneras diferentes
de actuar.
- Ofrécele tu ayuda para
mejorar la situación y el consuelo de tu comprensión.
- Propónle la disyuntiva entre
actuar de manera adecuada o asumir un castigo relacionado con la conducta
o bien con la pérdida de un privilegio. Puedes, por ejemplo, darle a
elegir entre cuidar las cosas y no estropearlas o pagar con su dinero o
con su trabajo la reparación de los daños. En otra circunstancia puedes
proponerle hacer sus tareas escolares aprovechando el tiempo y disfrutar
luego de tiempo libre o quedarse sin tiempo libre y pasar la tarde
delante de los libros.
En síntesis, se trata de proporcionarle nuevas experiencias que le enseñen otras maneras de obtener el aprecio y el reconocimiento de los demás, de ofrecerle consuelo y ayuda y entrenarle para reflexionar sobre su conducta para que aprenda a tomar decisiones más acertadas.