“LO HACES PORQUE YO LO DIGO”
1.
No respondas a las protestas.
Con independencia
del asunto de que se trate –tú quieres que tu hijo haga una cosa y él prefiere
dedicarse a otra distinta-, está preparado para una resistencia inicial de su
parte en forma de protesta. . La protesta es una cortina
de humo que los niños crean para distraerte de tu tarea de poner límites. Puede
presentarse de diversas maneras,
por ejemplo, en forma de ruido: “¡Aaay, noooo!”; de reproche: “Eres mala”; de
excusa: “Estoy cansado”; o de queja: “¿Por qué Juan no recoge nunca los juguetes?”. Lo mejor que puedes hacer es ignorar
las protestas, no importa del tipo que sean.
2.
Repite órdenes y expectativas.
Está siempre
dispuesto a repetir una orden. Por ejemplo: “Es el momento de que recojas los juguetes”.
Protesta...,
queja..., lamento. “Tienes que recoger, ahora”. No debe importarte
parecer un disco rayado. Con frecuencia, eso es lo que tu hijo necesita de
momento para comprender que esperas que él recoja en ese momento.
3.
Ofrece contrapartidas.
He aquí un concepto
que hará que tu función de padre te resulte más agradable. En lugar de amenazar
a tu hijo, ofrécele incentivos positivos: “Cuando hayas ordenado tu habitación iremos de
paseo”, “cuando tengas hechos los deberes podrás salir a jugar”.
4.
Usa las palabras mágicas “de todos modos”.
Después de haber
escuchado la respuesta de tu hijo y haber considerado su punto de vista y
demandas, determina qué es lo
mejor para ambos y establece el límite utilizando las palabras mágicas “de
todos modos”: “Ya sé que
te apetece ir al parque; de todos modos, tendrás que arreglar primero tu
habitación.”.
No sé con exactitud
qué hace que esas palabras resulten tan poderosas y eficaces, pero muchísimos
padres han obtenido buenos resultados.
5.
Piensa anticipadamente: haz planes con tu hijo para alcanzar una solución
satisfactoria para ambos.
Si tienes un
problema con tu hijo, haz que participe también en su resolución.
Asume que tu hijo
desea comportarse de modo que puedas estar orgulloso.
Aprovecha un rato
en el que ambos estén calmados y siéntate a hablar con él. Pregúntale, por
ejemplo: “Raúl, ¿cómo conseguiríamos que la hora de las tareas caseras
fuera agradable para los dos?”. Agradece las ideas que pueda aportar e
intenta ponerlas en práctica siempre que exista la más mínima posibilidad. Cuando
un niño toma parte activa en la solución de un problema, la asume y la aplica
con mayor facilidad.